En la hora cúspide, una vivienda de las tres mil fue alcanzada por el explosivo de un bazooka.
“La mano morá”, Policías en cubierto que obraban con cierta autorización y armamento. Estos no pretendían, en manera alguna, defender la ley, más que la de los propios narcotraficantes que allí vivían. Extorsionarlos con armamento pesado de manera extra-oficial, quebrando las leyes al tiempo que las disponían.
En un piso arrendado, completamente desamueblado, tres patriarcas gitanos conversan:
−Se nos acabó el chollo.
−Yo y mis hermanos no vamos a ceder.
−¿Y qué si no?
−Sangre. Nosotros nos vamos a quedar a defender lo nuestro.
−Yo me voy también − argumenta un tercero.
−Pues yo me quedo con los míos y que me echen.
Tres meses después, dispositivos de “la mano morá” vigilan, persiguen y ejecutan a los principales integrantes del clan aun reacio. Finalmente, cuatro meses después, José Piné es asesinado y el clan disuelto.
La policía disfrazada de ladrón se hace con el control del mercado de drogas en las zonas más desfavorecidas de Sevilla. De manera ilícita, el dinero suministrado por “la mano morá” recae directamente en el Estado, manejando el negocio ilegal al tiempo que lo regula.
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